Comentario
La base principal de la economía sumeria era la agricultura, dependiendo las ciudades del regadío de las fértiles llanuras aluviales en las que se asentaban.
El ciclo agrícola comenzaba en mayo, época en la que eran abiertas las compuertas de los canales para inundar los campos. Cuando el agua se retiraba y con la tierra embarrada, el campesino vallaba su terreno, para evitar así que los bueyes u otras personas pisasen y estropeasen el suelo. Cuando el suelo estaba desecado, la siguiente labor consistía en arrancar las hierbas y rastrojos, roturarlo al menos dos veces antes de empezar a meter el azadón y remover los grandes terrones para airear el suelo, con lo que la cebada, el principal cultivo, crece mejor.
Lo siguiente era plantar la semilla, con la ayuda de dos bueyes uncidos al arado, con lo que se araba y sembraba al mismo tiempo gracias a una especie de embudo dispuesto en el arado para diseminar las semillas por el surco. Los terrones de tierra que quedaban eran apartados por niños, que iban detrás del campesino, para evitar que nada dificultase el crecimiento de la planta una vez esta brotase.
La aparición de los primeros brotes hacía que el campesino rogase a Ninkilim, diosa de los ratones, para preservar su cosecha de insectos y otros animales. Era también labor del agricultor asegurar el riego de las plantas durante la estación de crecimiento de los ríos. Por último, la siega era realizada por grupos de tres hombres, encargados de cortar la planta y llevarla a la era, donde era aventada y metida en sacos.